Día de la Hispanidad

Jujuy, Norte de Argentina, hace unos años.

Anochecía y una procesión con un cristo o una virgen (o los dos, no recuerdo) bordeaba la plaza seguida un par de cientos de personas. Ninguna parecía de sangre india. Luego entendí. Un tipo vociferaba con ayuda de un megáfono una arenga sobre la "conquista del desierto", mezclando la campaña militar con la religiosidad católica. Hablaba del "Día de la Raza", como en España hace unas pocas décadas.

En el banco más próximo al mío estaba sentada una mujer de sesenta o setenta años, vestida con colores vivos y pelo blanquísimo recogido. Miraba el mejunje bélico-religioso sin expresión aparente en sus rasgos, ahora sí, indígenas. Pensé en qué recuerdos le traería el espectáculo, en qué se habría plasmado en los años, ya lejanos, en los que fue joven, qué podría sentir ante los abanderados de esa "raza" inexistente. Porque aquí, en España, no estaría mal que recordemos que somos revoltijo genético de todo lo imaginable y en Argentina ni les cuento.

Aquí hemos avanzado algo, creo, pero viendo el desfile conmemorativo de hoy en Madrid me entran las dudas. Se me ocurre, vaya tontería, que el Día de la Hispanidad podría estar protagonizado por ese idioma común que tenemos, por las Casas de Emigrantes, por las Academias de la Lengua, por los organismos de cooperación iberoamericana. Pero no, seguimos sacando a pasear al ejército a la calle obviando que cada bala en los cargadores, todas y cada una, se fabrican para que acaben alojadas en un cuerpo humano. Eso sí, de otra raza o de otra ideología. Un alien.

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