Conversación, libros y a veces música son las señas de identidad de mis amistades, justas en número pero diversas y valiosas. Lamentablemente, mi emigración a Extremadura supuso una separación de todos ellos que sólo podemos remediar de vez en cuando. Dediqué unos días de este agosto a visitar a E en su casa, un sólido bastión donde pasamos muy buenos ratos. E se va de año sabático a una universidad del llamado tercer mundo, necesitado de cambios y, creo yo, de volver a encontrar el punto justo de las cosas.
Deja acá un par de miles de discos y la mayoría de los libros. Estos días y noches los dedicamos a repasar algunos de ellos y a hacer un poco de ruido. Cuando me despedí me sonó a eso, a despedida. Menos mal que no creo en las premoniciones.
P.S.: Hay dos tipos de amigos. Aunque todos puedan ser buenos, uno de ellos necesita que la amistad se cuide. El otro no. Con estos últimos puedes estar años ausente porque al reencontrarse es como seguir una conversación interrumpida sólo unos minutos atrás.
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