Suicidios

B comenzó a suicidarse dos años después de que termináramos la carrera. A casi ninguno nos vino bien ese final. Durante cinco años estuvimos juntos, rodeados de amigos y con una idea clara de nuestro lugar en el mundo y nuestro trabajo presente y futuro, aunque luego todo cambiara. Pero al terminar nos pasó como a Ulises, que descubrió que retornar a Ítaca había terminado con algo muy valioso: el viaje que llenaba su vida. En nuestro caso los años de universidad fueron sólo una etapa pero, en ese momento, su final fue duro.

Ese fue el primer factor que puede contribuir a explicar la historia de B. El segundo fue que el momento coincidió con el reconocimiento de que habíamos llegado tarde a mucho de lo que nos parecía valioso. Perdimos casi todos los trenes y cuando quisimos recorrer las rutas nos encontramos con que las estaciones eran ya ruinas. Penélope se había ido años atrás sin esperar más. Eso nos ocurrió con mayo del 68, con el movimiento hippy, con la psicodelia... Nuestros intentos de engancharnos a esos trenes tuvieron poco éxito y, a veces, consecuencias imprevistas. Unos flirteamos, creo que con sensatez, con productos físicamente inocuos pero que permitían una nítida y potente introspección. Otros prefirieron caminos aparentemente más placenteros y se equivocaron.

B fue de este segundo grupo y, además, tuvo mala suerte. No se la puede culpar demasiado porque la vida no fue amable con ella. La ví dos veces. En la primera pasó a nuestro lado cuando habíamos terminado de comer en un chigre de Oviedo. Me preguntó si podía sentarse con nosotros y comer lo que habíamos dejado. Aún conservaba un punto de ironía mezclada con la resignación de saber que vas cuesta abajo y que nadie te va a parar. No voy a contar los detalles de su historia, que creo deben olvidarse, pero el final de su periplo era un paisaje de maltrato, chulos y heroína.

Un buen amigo, cuando mira hacia atrás, comenta "cuando llegó el caballo se acabaron las sonrisas". B ya sabía eso pero era tarde. Una diferencia esencial entre el ácido y la heroína es que con el primero, si tienes un mal viaje, todo finaliza en unas pocas horas. Con el segundo, el mal viaje comienza al volver y encontrarte con tu vida real. Una y otra vez.

En la segunda ocasión, un par de años después, estaba recostada en un banco en la plaza de la Escandalera. Nos miramos pero no reaccionó, estaba en otro lugar, lejos. Me paré un poco más adelante pero no tuve el valor de volver y sentarme a su lado. B murió de SIDA hace pocos meses.

2 comentarios:

  Anónimo

8/4/08 20:08

Hola Ángel, soy Manon. Admiro tu capacidad para llenar no uno sino varios blogs, manteniéndolos vivos. Yo intenté hacer uno con mis alumnos y este curso, se murió de inanición. Tu Golem blog me sirve como inspiración para algunos aspectos de mis clases. Gracies, oh!
Me impresionó bastante esta noticia. No tengo ni idea de quién es B (y me fui a la orla a repasar los nombres) pero es que no sé casi nada de la mayoría de nuestros compañeros, esos con los que pasamos arropados esos años tan especiales.
¡Por B!

  Ángel M. Felicísimo

9/4/08 09:37

Hola Manon
B tuvo muy mala suerte y muy malas compañías en toda su trayectoria, en fin...
Lo de los blogs es una buena terapia contra mi mala memoria, me obliga a leer en el caso de Golem y a recordar en este otro. Me viene bien en cualquier caso, gracias por seguirlos.