En 1485, una refriega entre soldados de Al-Ándalus y otros cristianos al mando de un tal Rodrigo Ponce se resolvió con dos docenas de muertos por bando. Tras el combate un soldado sarraceno revisaba los cadáveres del enemigo. Uno aún no era tal y con ojos nublados llegó a ver como el otro desenfundaba una hoja de metal. Sus miradas se cruzaron y tal vez el musulmán decidió que ya tenía suficiente o tal vez no era de los entusiastas de la muerte rápida. El caso es que volvió a guardar el terciado y abandonó al herido a su suerte. Una suerte que le permitió recuperarse y, tras la conquista de Granada, tener seis hijos de los que dos sobrevivieron a la infancia.
En el siglo anterior, en 1350, un bisabuelo del soldado vivía en un pueblo de la Alta Normandía. La peste negra asolaba Europa y les rondaba desde hacía tres años. Abélard huyó con su familia atravesando Francia y los Pirineos buscando las tierras más cálidas y acogedoras del Sur. Los bandoleros y el hambre se encargaron de que sólo llegaran él, su esposa y una hija llamada Adrienne. Por el camino se quedó el resto, hasta contar once parientes. Cambió su nombre francés al llegar a Toledo y allí fue cantero, el oficio con el que se había ganado la vida en las interminables construcciones de las catedrales de Rouen y de Metz. Murió en un accidente en la construcción del claustro de la catedral de Santa María pero su hija sobrevivió hasta la nada despreciable edad de 47 años dejando vivos dos varones y una mujer, Juliana, la abuela del soldado castellano.
Un tataranieto de este participó en la campaña que sofocó a sangre y fuego la rebelión de Bohemia contra Fernando II. Allí se cruzó, aunque él nunca lo supo, con un tal René Descartes que también formaba parte del ejército de la Liga Católica. De su compañía apenas llegaron una docena a España, diezmados más por la enfermedad que por la guerra. Harto de penar en el nombre de nobles y reyes que nunca vió, se estableció en un pueblo en las faldas de la sierra de Francia donde le sobrevivieron tres hijas.
Dos milenios antes la cadena era aún más frágil pero ya estaba muy lejos de su principio, allá en los albores, tan lejanos que los antepasados ni siquiera tenían forma humana.
Y hoy, el descendiente de Adrienne y de Juliana, que desconoce su pasado, mira la vida como si no fuera un regalo, sin darse cuenta de que su presencia, y la tuya, que lees estas líneas, y la mía, es un acontecimiento de una absoluta improbabilidad.
12 comentarios:
31/1/07 13:49
Magnífico.
6/2/07 16:05
Brillante, compañero
28/2/07 01:28
Clap, clap, clap.
Me uno al coro, sublime!
9/5/07 19:48
La vida és un joc d'atzar on només veiem les cartes guanyadores.
10/5/07 07:45
Nosotros somos esas cartas ganadoras en esta etapa del juego.
6/3/09 19:32
Lo dice el bueno de Josep Mascaró en el anuncio de la Coca-Cola: "Suerte por haber nacido, como tú".
Gracias por este momento.
12/10/09 13:18
Un artículo excelente.
Un saludo
1/5/11 16:46
gracias, me gusta mucho la vida, pero verla con esa versión, es otra cosa...
1/5/11 23:45
Pues ya sabes Vanessa, aprovéchala. Mi ética está basada en esta visión de la vida.
25/12/13 20:40
Qué buen artículo!
25/12/13 20:45
Gracias.
5/5/17 12:31
Sublime. Gracias.
El azar y la necesidad como diria Democrito.
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